«Recuérdenme con ternura»: Una despedida a Francisco, hermano en la fe

«Recuérdenme con ternura»: Una despedida a Francisco, hermano en la fe

El siguiente texto fue publicado originalmente en la página de LinkedIn de Patrícia Villela Marino el 22 de abril.

Mi corazón está de luto. Y también en oración. Se despide de nosotros un hombre que, aun con el peso de la tradición católica sobre sus hombros, caminó como hermano al lado de todos los que profesan la fe cristiana. El Papa Francisco ha partido —y con él, se va también un símbolo vivo de que el amor de Cristo no reconoce fronteras doctrinales, sino que se expresa, sobre todo, en gestos, en actitud, en elecciones.

Desde el inicio de su pontificado, Francisco dejó claro que quería ser llamado no autoridad, sino siervo. No príncipe, sino pastor. Y eso fue exactamente lo que él fue para mí —una cristiana evangélica, hija de la Reforma, seguidora de los valores judeo-cristianos criada en el libre examen de la Palabra, pero profundamente tocada por su práctica del Evangelio vivo.

Vi a Cristo en Francisco cuando se arrodilló para lavar los pies de presos y refugiados. Cuando abrió las puertas del Vaticano para personas sin hogar, para los diferentes, para los olvidados. Cuando habló con voz firme contra la indiferencia, la desigualdad, la idolatría del poder. Y, más recientemente, hace un año, cuando visitó una prisión femenina en Venecia, y allí no vio reclusas, sino hijas de Dios. Dijo, con la autoridad de los justos: «No olvidemos que todos tenemos errores para ser perdonados y heridas que necesitan cuidado, yo también».

Esto, para mí, es el Evangelio. Es lo que aprendemos en nuestras comunidades, al cantar que «no hay herido que Él no pueda sanar». Francisco vivió esta verdad. Nos recordó algo que está más allá de credos, más allá de los muros que los hombres levantan: que el amor de Cristo es más fuerte que cualquier tradición. Que la justicia del Reino de Dios es inseparable de la misericordia. Y que el perdón no es debilidad —es renacimiento.

En la charla TED que grabó en 2017, el Papa Francisco dijo: «Cada uno de nosotros es irremplazable a los ojos de Dios. Cada uno de nosotros puede ser una vela encendida en la oscuridad». Estas palabras guían el trabajo que realizamos en el Instituto Humanitas360. Cuando acogemos a mujeres que salen de la cárcel, cuando creamos alternativas al crimen mediante cooperativas y negocios sociales, cuando elegimos creer en nuevos comienzos —lo hacemos movidos por la fe de que el Evangelio es luz para quienes están en la oscuridad.

La fe cristiana, ya sea celebrada bajo las campanas o al son de la alabanza, nos llama a la misma misión: amar, restaurar, acoger. Y hoy, al despedirme del Papa Francisco, no lo veo como líder de una iglesia «otra», sino como hermano en Cristo. Un hermano que se atrevió a soñar con un cristianismo reconciliado con su esencia: «Ayudémonos unos a otros a recordar que el otro no es una estadística o un número… todos nos necesitamos los unos a los otros».

Francisco nos pidió que lo recordáramos con ternura. Pues es con ternura —y también con valentía— que sigo su lección. Como discípula de Jesús, como cristiana evangélica, como mujer de fe y como ciudadana que cree que no hay justicia sin amor.

Descansa en el abrazo del Padre, Francisco. Que tu memoria sea una invitación permanente a la unidad, la esperanza y la ternura que nos une en el cuerpo de Cristo.

Con fe y gratitud,

Patrícia Villela Marino
Presidenta del Instituto Humanitas360