“En la cooperativa, me siento libre”: la primera semana de talleres con Renato Imbroisi
Pocas fueron las veces en las que un frisson se interpretó como una buena señal dentro de los límites de la Cárcel de Mujers de Tremembé, en el estado de San Pablo. Durante la semana del 11 al 15 de junio, se llevó a cabo la primera semana de los talleres para la enseñanza de manualidades para las reclusas. El proyecto estuvo liderado por el Instituto Humanitas360. El evento modificó la rutina de las reclusas con respecto a las estrictas reglas que existen en la cárcel y se mostraron emocionadas con la iniciativa. En el taller, las máquinas de coser formaban los primeros prototipos, se quitaron los bordados de los marcos para formar nuevas piezas y las flores de lana decoraban los escritorios de las tejedoras de crochet.
Al ritmo del hit de los 2000 de MC Leozinho, “Se ela dança eu danço” cantada por Renato Imbroisi, la experta en manualidades les enseña a bordar, cortar las telas, coser y tejer a crochet. “Todo lo hacen con la misma alegría de aquellas que no se encuentran en prisión”, dijo Gisele, una de las participantes de la cooperativa. Desde abril de 2018, H360 implementó la cooperativa en la ciudad Tremembé, convirtiéndose en la segunda cooperativa formada por reclusas en Brasil, con más de 30 participantes.
El tiempo que las reclusas pasan fuera de sus celdas, lo utilizan para aprender las habilidades que les comparten sus tutores, como la diseñadora Cristiana Barretto y el artista Paulo Von Poser. Además, aprenden del oficio con las costureras Camilla y Sônia. Dentro de las participantes con más edad en el grupo, Luzinete, 56, borda flores con la facilidad de una experta: “Jamás había bordado antes, soy una de esas mujeres que no sabía coser hasta esta semana”. “Nunca hubiera imaginado que iba a aprender algo así en prisión”.
El centro de atención solo se desvía cuando la presidenta de H360, Patrícia Villela Marino visita a las detenidas. Flávia Maria, una de las líderes del grupo: “Necesitamos más ejemplos de mujeres exitosas y ella es una referente, una fuente de inspiración”. El pasado de estas mujeres fue difícil. Los casos de violencia doméstica y abandono eran normales, así como el maltrato infantil, los embarazos en edad temprana y la necesidad de colaborar con los ingresos familiares desde la adolescencia. La participación en el delito suele ocurrir a través de los padres, hermanos, novios u otros familiares de sexo masculino.
“Soy la hija de una guerrera, que fue una madre para mí y para mis hijos”, dijo Tânia, hija de una drogadicta que murió a los 35 años de VIH. Tânia fue detenida por la policía con una orden de arresto dos años después de haber dejado el crimen. Estaba embarazada de su tercera hija y fue llevada a la cárcel en enero de 2015, mientras su hija más chica, Victoria, dormía. “Antes de que me llevaran, miré a Victoria y pensé que no estaría allí para cuando despertara”.
La importancia de las cooperativas va más allá de despertar el espíritu emprendedor en los participantes y en enseñarles manualidades para prepararlas para el futuro. Las cooperativas hacen que sus días tras las rejas les resulten menos tortuosos. “En la cooperativa, me siento libre”, dice Viviane. Muchos ven una oportunidad para empezar de nuevo, especialmente en lo que respecta a la maternidad. “Llegué a un momento en el que pensé que todo había terminado, que me iban a etiquetar como exdetenida y que nunca iba a ser una madre capaz de educar a mis hijos, dice Tania. Pero desde que se unió a los talleres, su perspectiva cambió: “Ahora tengo el poder para cambiar mi historia, pelear y ganar”.
La primera semana de los talleres terminó con una pequeña celebración que incluyó una torta, canapés y bebidas, algo que muchas de las reclusas no probaban en años. Lo que solo parecía un cierre, les brindó una pequeña muestra de la libertad; estado que ahora más que nunca desean porque esperan que sus días sean sin delito y recuperaron la esperanza que tenían al principio.