Artículo en O Globo: «Brasil no es una patria para la mayoría»
El siguiente artículo fue publicado originalmente en portugués en el periódico O Globo el 12 de octubre de 2024.
¿Para quién ha sido Brasil una patria? Puede parecer una pregunta simple, pero cualquier intento de responderla con franqueza expone algunas de las principales miserias del país. La etimología de «patria» sugiere una conexión con pater, o padre, lo que confiere a la palabra un sentido de filiación y reconocimiento. ¿Pero qué hijos o hijas de esta tierra han encontrado en la patria un padre o madre amable?
Brasil nunca ha sido patria para su población afrodescendiente, la mayoría entre nosotros, que vive en una sociedad que la discrimina, excluye, encarcela, tortura y mata. Como si viviéramos en un interminable 14 de mayo de 1888, negros y negras aún esperan el día en que la Abolición de la Esclavitud signifique una integración social efectiva.
Brasil nunca ha sido patria para los pueblos indígenas, nuestros pueblos originarios, que, de los 8 millones que existían aquí cuando llegaron los portugueses, hoy están reducidos a menos de 1,7 millones, aislados en tierras que defienden de la deforestación y la minería ilegales, amenazas al clima de todo el planeta. Hoy, sus territorios sufren grandes incendios. Convertidos en brigadistas para combatir las llamas, son amenazados y asesinados por los mismos intereses que los han perseguido desde la colonización.
Brasil nunca ha sido patria para su población carcelaria, que enfrenta la violencia del Estado, el reclutamiento de facciones criminales y condiciones inhumanas en prisiones superpobladas. Con 852 mil personas encarceladas, nuestro país es el tercero que más encarcela en el mundo, según el Anuario de Seguridad Pública. El encarcelamiento masivo solo pone a más personas bajo el control de las facciones. Nuestras prisiones son el principal síntoma de un país que no reconoce a una parte de sus hijos e hijas, convirtiéndolos en parias.
Brasil nunca ha sido patria para quienes salen de este sistema penitenciario, cuyo futuro después del encierro no se construye con capacitación profesional, apoyo educativo ni fortalecimiento de los lazos sociales. No preparados para regresar a la libertad y con el estigma de «ex-presidiarios», siguen siendo vulnerables a la adicción, la violencia y el crimen.
Brasil tampoco fue patria para quienes se alzaron contra el régimen autoritario dictatorial de 1964. Hoy, no es patria para la mayoría de su población femenina, víctima de acoso y del machismo estructural. No es patria para personas con discapacidad, ancianos, neurodivergentes. No es patria para la diversidad de orientaciones sexuales e identidades de género que existen entre nosotros.
La redemocratización solo será completa cuando haya una integración de sus segmentos excluidos, violentados y no reconocidos. Para esto, los privilegios del segmento incluido del país —los pocos para quienes existe patria— deben ser revisados. No hablo solo del empresariado, en parte ya consciente de sus obligaciones con la sociedad, sino principalmente de los integrantes de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Muchos tratan la cosa pública como propiedad particular. Se preocupan más por su protagonismo personal que por su mandato o toga. Rompen el contrato cívico con leyes pirotécnicas y decisiones monocráticas vergonzosas, que tardan décadas en emitirse. Sin mencionar el mal uso del dinero público, que dicen es insuficiente para ofrecer buenos servicios a la población, pero fluye en enmiendas secretas que no benefician a quienes más lo necesitan, ya que su destino es torcer la esquina de la negociación que le dio origen.
Por todo ello, más que la retórica patriótica vacía escuchada cada 7 de septiembre, secuestrada por el populismo, es necesario levantar una patria real, que reconozca a sus hijos sin distinción y garantice derechos a todos, sin anarquía y sin teología vana. Al fin y al cabo, el reino de Dios no llegará a un país que no es patria para sus gentiles.
Patrícia Villela Marino, abogada, es integrante del Consejo Nacional de Política Criminal y Penitenciaria y presidenta del Instituto Humanitas360.