El siguiente artículo, firmado por Patrícia Villela Marino, fue publicado originalmente en el periódico O Globo el 2 de octubre.
La reciente declaración del presidente Donald Trump, asociando el uso de paracetamol en el embarazo al riesgo de autismo, no solo ignora décadas de estudios científicos serios, sino que también rescata un patrón peligroso y conocido: el uso de la desinformación médica por líderes autoritarios como instrumento de dominación social.
Se trata del mismo guion adoptado por Jair Bolsonaro durante la pandemia de Covid-19, al promover la cloroquina como cura milagrosa para un virus letal, desestimando alertas de la comunidad médica y científica. En ambos casos, la verdad es sepultada por narrativas conspirativas que, en vez de proteger vidas, instrumentalizan el miedo y siembran la muerte.
Estas estrategias no son fruto de la ignorancia, sino del cálculo. Alimentar el caos informativo, desacreditar expertos y promover falsas soluciones crea una niebla de confusión en la que decisiones autoritarias se imponen con más facilidad. La población, entorpecida por la avalancha de noticias falsas y escéptica ante las instituciones, se convierte en terreno fértil para líderes que ofrecen una ilusión de orden a costa de derechos individuales y colectivos.
Es en este contexto que gana extrema relevancia la decisión del ministro Flávio Dino, del Supremo Tribunal Federal, de autorizar a la Policía Federal a abrir una investigación contra el expresidente Jair Bolsonaro (PL), parlamentarios bolsonaristas y otros sospechosos de crímenes durante la pandemia de Covid-19. Esta reanudación de las investigaciones — iniciadas por la Comisión Parlamentaria de Investigación de la Covid, pero interrumpidas al final de la comisión parlamentaria — representa un acto de coraje institucional y un soplo de lucidez después del entorpecimiento colectivo provocado por los amantes del poder absoluto. No se trata solo de revisar errores pasados, sino de señalar que las instituciones democráticas aún tienen fuerza para responsabilizar a quien instrumentalizó la muerte para fines políticos.
Mientras que en Estados Unidos, la Food and Drug Administration (FDA) se ve presionada a emitir alertas sin base científica bajo la influencia directa de Trump, en Brasil el Supremo Tribunal Federal ofrece repetidas lecciones de espíritu cívico-social. Al asegurar el derecho a la investigación y a la memoria, nuestra Corte reafirma que la democracia no sobrevive sin responsabilidad y que el abuso de poder debe ser enfrentado con firmeza — sea que esté disfrazado de patriotismo, fe o pseudociencia.
Corresponde ahora a la Corte Suprema americana observar esta postura. La democracia, en cualquier latitud, depende del coraje de sus instituciones para resistir al populismo autoritario. Porque cuando gobernantes eligen ignorar la ciencia, no solo se equivocan, sino que usan la mentira como arma para debilitar el tejido social y concentrar poder.
Que la verdad, sustentada por evidencias y por instituciones fuertes, continúe siendo nuestro norte. Porque no hay libertad posible donde reina la manipulación.
Patrícia Villela Marino, presidenta del Instituto Humanitas360, es integrante del Consejo de Desarrollo Económico Social Sostenible de la Presidencia de la República