Insatisfacción con la clase política muestra dudas cuanto a los rumbos de la democracia en los países latinoamericanos
Tras casi dos años de la publicación de la primera edición del Índice de Compromiso Ciudadano, desarrollado por la The Economist Intelligence Unit (EIU) junto al Humanitas360, es posible percibir que algunas de las cuestiones suscitadas por la pesquisa en diferentes países latinoamericanos se mostraron premonitorias. El caso más explícito es el de Chile, donde el estudio reveló que, a pesar del más alto índice de escolaridad entre las naciones comparadas, había al mismo tiempo una gran insatisfacción con la oferta de educación y el acceso a los servicios de salud – dos factores que impulsaron la reciente onda de protestas que dominaron el país.
En los últimos tres meses, una serie de acontecimientos en varios países de Latinoamérica le dieron una nueva dimensión a la relación de la gente de la región con la clase política. En una síntesis: en Perú, se disolvió el Congreso; en Ecuador, protestas después del aumento del precio de los combustibles intensificaron la violencia de la región; en Chile, una insatisfacción con el anuncio del aumento de 30 pesos (más o menos R$ 0,20 centavos) en la tarifa del metro llevó a millares de jóvenes a las calles, y la represión a las manifestaciones amplificó la movilización de la población, que pide una nueva Constitución. En Bolivia, tras una cuarta reelección cuestionada, el presidente Evo Morales renunció a la presidencia, en un proceso político liderado por policías y militares.
Todavía es importante recordar que, en este año, Colombia realizó elecciones locales que eligieron a nuevos alcaldes y miembros del Congreso y, más recientemente, se unió a la ola de protestas. En Guatemala, el conservador Alejandro Giammattei fue elegido en un proceso sintomático: solamente un 42% de la población fue a las urnas. Para el año que viene, la expectativa aún gira alrededor de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos y de las elecciones de alcaldes, concejales, diputados y senadores en Brasil. Se puede esperar que este momento conturbado aún se alargue por 2020.
Como argumenta el consejero del Humanitas360, Andrés Velasco, en un artigo en el “Project Syndicate”, hay una extrema falta de confianza en la clase política. En el caso chileno, por ejemplo, algunos de los problemas son la ausencia de límites y la renovación de los mandatos y las altas compensaciones y privilegios de los parlamentares y gestores del ejecutivo. El Índice de Compromiso Ciudadano muestra, también, la poca confianza de la población en instituciones como el sistema judiciario y la baja representación de mujeres y minorías en cargos legislativos.
A pesar de los diferentes encaminamientos y contextos locales, todos los casos recientes apuntan a una cierta insatisfacción de la población y una duda cuanto a los rumbos de la democracia. Como escribió la profesora María Victoria Murillo, de la Universidad de Columbia, en un artículo de noviembre en el periódico “Americas Quarterly”, “la legitimidad de las instituciones democráticas está basada en una idea de justicia que ha sido cuestionada por diferentes perspectivas y ha alimentado la rabia de los latinoamericanos. Se enojan cuando sienten que perdieron el estatus gracias a los otros. Se enojan cuando necesitan defender un estatus que conquistaron con mucho esfuerzo y, aún así, es tan frágil”. Conocer los límites de nuestras democracias es esforzarnos para crear nuevas soluciones colectivas, en que se ubiquen otra vez las necesidades de los varios grupos, es uno de los retos del año siguiente en el continente.
(Tradução: Gabriel Marques)